Muchas veces, algunos seguidores del podcast o la newsletter me escriben por privado y me halagan con frases del estilo: “Qué guay el estilo de educación que llevas con tus hijos”, o cosas por el estilo.
Y yo, la verdad, me río bastante.
Porque estoy a años luz de ser una figura de referencia en paternidad. Si escribo estas cartas a padres —y a mis propios hijos— lo hago más como parte de mi proceso de aprendizaje, no como ejemplo de nada. De hecho, solo la idea de ser "una referencia" en algo tan abierto y complejo como la paternidad… ya me parece empezar mal.
Como digo: soy un desastre en muchas cosas. En otras, no tanto. Una de mis asignaturas pendientes de toda la vida ha sido la constancia. Iniciar un hábito nuevo, o fijarme un objetivo, y ser capaz de mantenerlo en el tiempo.
Ahí es donde suelo caer.
Y lo peor es que me justifico con uno de los mantras más peligrosos que existen:
“Bueno, no pasa nada.”
— ¿Otro helado de chocolate?
Bueno, no pasa nada.
— ¿Otra copa más?
Bueno, no pasa nada.
— ¿Hoy tampoco vas a entrenar?
Bueno, no pasa nada.
Hasta que un día te das cuenta de que esos “no pasa nada” han formado, sin querer, un Monte Everest escondido bajo la alfombra de la vergüenza.
Pero desde hace unas semanas estoy probando una técnica nueva que me está funcionando de locos para mejorar esa constancia, y sobre todo para no caer tan fácil en lo que sé que me hace daño.
No es perfecta, ni infalible, ni la saqué de un paper de Harvard. Pero me está funcionando. Y si a mí me sirve, a ti puede que también.
Consiste en añadir una coletilla.
Sí, así de simple. No necesitas una app. Ni levantarte a las 5 de la mañana. Solo decirte, justo después del “bueno, no pasa nada”…
“Sí que pasa.”
La estructura sería algo así:
(Bueno, no pasa nada) — [milisegundo de pausa] — (Sí que pasa).
Es como si un amigo te agarrara del pecho, con cariño, para decirte que no la cagues. Solo que ese amigo… eres tú.
— Voy a ver otro capítulo aunque sean las doce de la noche…
Bueno, no pasa nada — Sí que pasa.
— Hoy no salgo a correr, estoy cansado…
No pasa nada — Sí que pasa.
— Mañana llamo a mi madre, ya si eso…
Bueno, no pasa nada — Sí que pasa.
Quizá me lees ahora y piensas que esto es una carajotada. Lo mismo pensé yo la primera vez. Pero me está ayudando.
Hay varios hábitos que estoy manteniendo solo por añadir esa frase.
Y lo mejor:
Es gratis.
No lleva tiempo.
Y solo tarda un milisegundo en meterse en tu rutina.
¿Qué tienes que perder?
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