Se habla muchísimo sobre el coste de oportunidad últimamente.
Escoger muy bien lo que haces porque, cualquier opción que hayas decidido (una carrera, una pareja, un estilo de vida) va a llevar de la mano que no vas a poder optar por otra alternativa.
En un mundo donde nos hemos empeñado en cubrir cada hueco libre que tenemos en la agenda, saber elegir bien esas opciones vale oro.
Nadie me baja del burro de que este es uno de los motivos de la baja natalidad que vivimos actualmente.
Cualquier que no haya tenido niños de muy joven (como es mi caso) sabe que parece que nunca es el buen momento para decidirse a traerlos al mundo.
Lo cubrimos con un miedo a la responsabilidad, a si sabré hacerlo bien o, incluso, los más dramáticos, a si es moral traer a un niño a un mundo en destrucción.
No digo que no exista esta preocupación realmente (yo tuve miedo a si sería buen padre) pero el manto que cubre muchas de estas decisiones es realmente el saber que, si tienes un hijo, vas a perder la oportunidad de hacer otras muchas cosas (a priori los primeros años).
Esa vida nómada-mochilera durante meses por Tailandia.
El viaje en furgoneta por toda la costa oeste de USA.
Cualquier fumada que se nos ocurra para no traer un vástago a este mundo.
Y es que el coste de oportunidad tiene un olorcillo a negativo que me parece curioso.
Es como si escoger una cosa inmediatamente significa que la otra opción siempre iba a ser la buena.
Esto es un sesgo muy humano (y de ventas) que desarrollaré en otra publicación.
Pero nunca nos planteamos que lo mismo, lo que hemos escogido ahora, esta haciendo de tope de una opción que nos hubiera hecho vivir una vida mucho peor.
Lo mismo la carrera en la que te metiste, que no te apasionaba, evitó que te hubieras planteado irte de año sabático a Londres y ahora fueras otro lavaplatos profesional que vive en un piso enmoquetado por un puñado de pounds.
O, lo mismo, el haberme convertido en padre me ha evitado convertirme en el típico pureta que va solo a una disco, disfrazado de persona moderna, a hacer el ridículo pensando que no desentona entre veinteañeros.
El coste de oportunidad ha hecho también de muro de contención de otras vidas alternativas en las que serías un desgraciado.
El invertir todo tu tiempo y atención en algo tiene matices muy positivos.
Uno de ellos, como explica James Veitch, es el de evitar que otros se aprovechen de personas vulnerables.
Dedicó años de su vida a “entretener” emails de scammers para que estos no estafaran a personas sin su formación.
Si te quieres echar unas risas y ver una manera excelente de usar tu coste de oportunidad, te recomiendo muchísimo echarle un vistazo a su charla TED.