Mi tío murió con menos de 50 años.
Una enfermedad de esas tan al orden del día (no pienso ni nombrarte, hdp).
Para mí fue un golpe durísimo, era como un hermano para mí, mucho de lo que soy se lo debo a él, ya que me hizo amar muchas de las aficiones que hoy tengo.
A los años de irse me acordé de una cosa que hablamos.
Fue uno de estos momentos random en los que estás tirado en el sofá y te viene un pensamiento de la nada, como si hubieras dejado una trampa escondida en mitad del bosque y se te hubiera olvidado y la pisaras tú mismo sin querer.
Casi dos décadas antes me había dejado un CD, Romances de Luis Miguel (sí, es parte de mi BSO), y me dijo:
-Cuando lo termines me lo devuelves.
Y nunca lo hice.
Cuando fui al cajón de los CDs antiguos y lo vi allí me eché a llorar.
No solo porque había fallado a mi palabra, si no porque había dejado a la mitad algo que me había prometido a mí mismo que haría.
Los hombres tenemos una rara obesision por acabar las cosas.
Hay quien literalmente se ha vuelto loco (Tesla, Da Vinci o Howard Hughes) porque se han visto casi alcanzando la meta final y nunca lo consiguieron.
Y puede ser cualquier cosa.
Desde el más insignificante proyecto casero a algo que puede cambiar el sino de la humanidad.
En muchas ocasiones puede parecer que lo hemos olvidado, porque lleva a medio terminar meses o años, pero dentro de cada uno de nosotros sigue vivo ese deseo por acabarlo, solo encontrando ese momento perfecto, esa idea que lo desbloquee.
Tenemos que completar nuestra misión.
Esta reflexión, de hecho, me ha llegado porque he visto una publicación de una hija diciendo que su padre murió mientras cortaba el cesped, justo cuando iba por la mitad.
Los bomberos que acudieron primero a la llamada y lo trasladaron al hospital para su reanimación (sin éxito), lo primero que hicieron fue volver a la casa del hombre, encendieron la corta cesped y terminaron lo que el padre de la chica no habia podido hacer.
Entendieron que tenían que terminar aquello que ese otro hombre no pudo hacer en vida (aunque fuera el gesto más nimio), como un tributo a su naturaleza masculina.
Esa es la base de estas cartas que escribo a mis hijos y mi deseo cuando hablo con mi familia o mis amigos.
Que si me piro de este mundo antes de tiempo, acaben la misión de contar a mis hijos lo que fui, de inculcarles los valores que representé en vida y que no me dio tiempo a hacer.
Y es la intención que quiero que te lleves cuando me lees (a mí o a los otros padres que traigo), que te conviertas en un mejor padre.
Nuestra misión como padres debe ser dejar en esta tierra a seres humanos mejores de los que se van.
Porque esa es la evolución humana, porque no hay misión más grande que conseguir un mundo mejor.
Estando nosotros vivos o no.
¿Qué proyecto sin terminar llevas años aplazando?
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Buenísimo, gracias crack