Hola Nico. Hola Aurora.
Ayer teníamos la TV puesta (raro) de fondo y había el típico concurso de preguntas de cultura general.
Estábamos tumbados, relajados, y acertábamos todas las respuestas, una detrás de otra.
Cada vez que un concursante fallaba una, la abuela soltaba “qué torpe”.
Es lo típico. Estás sin cámaras delante, sin, probablemente, horas de grabación encima, ya cenado, sin presión, y todo tu potencial cognitivo presto para buscar la respuesta correcta.
Desde el punto de vista del concursante la cosa cambia.
Habrá comido poco o nada, tiene un foco de 10.000 lúmenes delante de la cara y la presión de “qué van a decir en el barrio” cada vez que le viene el miedo a fallar una respuesta.
En su casa, ese concursante seguro que respondió lo mismo que vuestra abuela, y se animó a apuntarse, a pasar un casting y, ahora, ahí delante, se dio cuenta de que eso no iba solo de responder preguntas, si no de, como dicen los modernos, performar delante del público.
El mundo esta lleno de futbolistas que en los entrenamientos son unos cracks y en la tanda de penaltis decisiva se les suelta el esfínter o futuros Steve Jobs que en videollamada son unos cracks y luego parecen la cabra de Jurassic Park frente a una presentación ante la plana mayor de una multinacional.
Antes escribía esta note:
La mayoría de certezas que tienes en tu cabeza no son como imaginas.
Nunca vas a saber si tu idea de negocio funciona hasta que la saques ahí fuera a pelear.
Nunca vas a saber si ese mejor amigo lo es hasta que te encuentres ante una situación donde lo necesites a vida o muerte.
Nunca va a saber Jeff Bezos si su reciente mujer lo quiere por su cartera diversificada o estaría también a su lado repartiendo para Glovo.
¿Cómo saber la verdad?
No te queda otra que exponerte.
Acojona, pero no queda otra.
Hace un año me propuse escribir a mis hijos unas cartas.
No me leía ni perri.
Fui constante, compartí lo que hacía, unos se rieron, otros me apoyaron en silencio, otros pasaron.
Hoy estoy cerca de los 400 suscriptores.
Y ya necesitaría un minibus para meter a las personas que han decidido pagarme para estar dentro del proyecto.
Yo no sabía si escribía bien, o no, o si la idea era mejor o peor.
Simplemente decidí sacarla a la calle y que el “mercado” opinara.
De momento, ya es mucho más de lo que hubiera esperado y de lo que el Óscar de hace un año se hubiera valorado por sí mismo.
Yo no tenía ni idea y, supongo, que sigo sin tenerla.
Gracias a todos los que confiáis en Por si Papá no esta.
Os quiero hijos.