El otro día volvía de entrenar y vi algo que me dejó con el corazón encogido.
Un grupo de chavales, llorando, abrazados.
Me quedé parado, observando, para ver qué pasaba.
Resulta que era una despedida. Ese grupo de chavales, todos con el mismo chándal del mismo equipo de fútbol, se despedían de un chaval que, por lo que entendí, se iba con sus padres fuera de España.
Lo que más me sorprendió era que un grupo de chavales de alrededor de 15 años expresaran sus sentimientos así, públicamente.
En una sociedad que nos ha dicho que tenemos que ser hombres y que los hombres no lloran, ver a un grupo de adolescentes, en la fase más crítica de su búsqueda de identidad, mostrar así sus emociones me resultó chocante.
No debería, pero así es.
Entonces me di cuenta.
No eran un grupo normal de amigos. Quizás, si eso hubiera pasado con amistades más frugales nadie se hubiera atrevido a mostrarse así, pero estos no eran solo amigos, eran compañeros de equipo.
Una de las cosas que tengo claras que quiero inculcar a mis hijos es la importancia de formar parte de un deporte de equipo.
Ojo, que no tiene por qué ser que se juegue en equipo, pero sí que se entrene en equipo.
No hay mejor escuela que esa. Se aprenden normas no escritas, muy difíciles de inculcar de otra manera o en otro ámbito.
Aprendes sobre los roles. Sabes qué rol tienes dentro del equipo y valoras el rol de los demás y tu posición dentro de esa pequeña sociedad.
Saber ser un líder o seguir un liderazgo. Dentro de un equipo siempre hay líderes a los que seguir, y debes conocer las normas de respeto y normas derivadas de esa autoridad. O, si el líder eres tú mismo, la responsabilidad que conlleva.
Respetar normas. Quizás no las entiendas o las compartas, pero si el grupo ha determinado que son así, se trabaja ese respeto en cumplirlas o en la capacidad por intentar cambiarlas llegando a un consenso.
Aprender a esperar tu momento. A veces, un rol se queda libre y te ves capaz de cubrirlo, o está cubierto pero no de la manera adecuada, y aprendes a esperar el momento justo para poder dar el paso para ofrecerte como candidato o hacer que el resto del grupo te empuje a ese nuevo rol.
Muchísimos aprendizajes que van a servirles para llevarlos luego al mundo real.
Desde el plano personal, al profesional o emocional.
También conlleva más incertidumbre para ti como padre.
Lo abres a un nuevo mundo.
Un mundo donde no existe un control parental, donde si se equivoca se va a tropezar sin que puedas sujetarlo.
También eso forma parte de la vida y la crianza, saber soltar la mano y que haber plantado la semilla adecuada para que tu hijo pueda contarte cualquier problema que tenga.
Pero en ese punto, tu hijo también debe aprender a solucionar ya problemas propios, también forma parte de lo que va a encontrarse en el deporte de equipo.
Estos chavales lloraban porque uno de los suyos se iba. Habían aprendido juntos, habían sufrido juntos, y ver marchar a uno de la manada siempre duele.
De parte de un ex integrante de varios equipos, meted a vuestros hijos en alguno en cuanto podáis.
Una cuestión importante es que tus hijos te vean a ti hacer deporte. Al final nosotros como padres tenemos que guiar con el ejemplo y será más fácil que ellos vean el deporte, individual o colectivo, como algo positivo.
Y sí, habiendo jugado al fútbol toda la vida, me parece clave lo que comentas.
A ver si Manuela pasa de gatear a coger una raqueta de tenis con vistas a ganar el Roland Garros en unos años ;)
¡Me ha gustado mucho! ¡Gracias Óscar!
Me ha hecho pensar bastante. De pequeño yo tiré por las artes marciales, que es algo bastante individual; ganas o pierdes tú sólo. Había muy buen compañerismo en el grupo, pero no éramos un equipo. Y nunca jugué al futbol, ni a deportes de equipo. ¿Qué impacto habrá tenido aquello en mi vida? Tengo varias ideas al respecto.
Ah, y una derivada interesante: ahora, llegando a las 50, me toca jugar al fútbol todo lo que no he jugado en mi infancia. Por mis niños. Así es la vida ;)