3 simples leyes para resolver cualquier problema que tengas con alguien.
Y que nadie hace.
Hola, Nico. Hola, Aurora.
Hoy os voy a hablar de Antonio.
Antonio era el mejor amigo de Carlos cuando tenían 15 años.
Resulta que Antonio, vete a saber por qué, se le cruzó un cable y una noche del verano del 99 se enrolló (¿Se sigue usando esta palabra en vuestra época?) con la novia de Carlos.
Traición de época.
Cuando Carlos se enteró tuvimos que pararlo para que la cosa no fuera a mayores e incluso se borró del equipo de futbol del que formaban parte desde pequeños.
No se volvieron a dirigir la palabra y ayudó que Antonio se mudara con sus padres a otra ciudad.
Años más tarde, tuvimos una reunión de ex alumnos (fíjate que el que suele organizar esta clase de eventos siempre es al que le ha ido bien y le queda algo de pelo) y resulta que Carlos y Antonio asistieron.
Carlos vio a Antonio, se acercó hasta él, se puso a medio metro y, mientras Antonio cerraba los ojos esperando un tortazo, Carlos le decía:
-Qué de tiempo, Antoñito. Vaya como me la liaste aquel verano, cabronazo.
Todo rodeado de risas y apretones de mano.
A la hora de resolver un problema con alguien hay tres leyes que siempre se cumplen y que debes conocer si quieres arreglarte con alguien.
La primera es la LEY DE LA EXPANSIÓN DEL PROBLEMA
Todo problema pequeño, dejado sin resolver, tiende a crecer proporcionalmente al tiempo que se ignora.
Un problema que dejas correr sin resolverlo se enquista y comienza a convertirse en un muro casi imposible de saltar y más difícil de resolver.
Al principio es tan pequeño que casi te da pereza tener que hablarlo, porque casi es una sensación de molestia que otra cosa, de incomodidad en el estómago, pero nada más allá.
Si lo dejas correr lo suficiente, se hará tan grande que el solo pensar en tener que resolverlo te parecerá imposible.
La segunda es la LEY DE LA CONTRACCIÓN DEL PROBLEMA
Todo gran problema, sometido al paso del tiempo y a la perspectiva adecuada, tiende a reducir su peso hasta volverse manejable.
Todo aquel enfrentamiento o problema con alguien que creías que era el fin del mundo, que te hacía sentir con una ira y ganas de venganza casi imposibles de parar, con la dosis de tiempo correcta, se vuelve manejable y, en algunos casos, incluso con dosis de humor.
Fue justo lo que le pasó a Carlos con Antonio. En su momento lo quería tirar de un puente y el paso del tiempo le hizo ver las cosas desde otro prisma, tanto que contaba aquello como una anécdota a su actual pareja.
La tercera es la LEY DE LA DELEGACIÓN DEL PROBLEMA
Cuando la resolución de un problema dependa de una tercera entidad, tu control sobre el resultado se desvanece y solo queda gestionar tu reacción.
En algunos casos no puedes hacer nada por resolver el conflicto con la otra persona. Por ejemplo, Antonio no podía resolver, en ese momento, el conflicto que tenía con Carlos porque dependía de un perdón que Carlos debía darle.
En otros casos, la persona con la que has tenido el conflicto simplemente no quiere darte la oportunidad de arreglarlo.
Entonces solo te queda acudir al gran maestro Marco Aurelio:
Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad.
Cada uno digiere los conflictos y problemas de una manera. No puedes obligar a otra persona a que sienta que un problema es pequeño o grande, todo dependerá de su perspectiva y eso no siginificará que él o tú tenga razón, porque no existe la verdad en un conflicto.
Conociendo esta leyes, ¿Cómo resolvemos entonces un problema con alguien?
Si te ha molestado algo de alguien, si sientes ese pequeño picor que no te deja estar tranquilo o un “pss no me ha gustado cómo ha sonado”, trata de resolverlo lo más rápido posible y, MUY IMPORTANTE, no le pidas opinión a nadie, la gente, para solidarizarse contigo, suele hurgar en la herida de estos pequeños problemas hasta hacerlas más grandes de lo que son.
Si es algo que realmente te ha afectado profundamente, que te hace replantearte la relación con esa persona, tu trabajo, tu situación sentimental, te quema por dentro o quieres venganza inmediata, déjalo reposar y cuéntaselo a alguien de confianza, normalmente alguien externo no va a estar tan implicado emocionalmente y va a poder relativizar la situación mucho mejor que tú.
Y si necesitáis al maestro que todo lo arregla, siempre podéis confiar en vuestro padre.
Os quiero hijos.
PD Carlos invitó a Antonio a su boda.
Muy bueno el post, Óscar!